Bulsika, un amuleto protector sefaradí

Bulsika, un amuleto protector sefaradí

Los judíos han usado amuletos protectores (kameot) durante siglos. Y la bulsika es uno de los más utilizados…

Los amuletos tradicionales pueden tener diferentes formas, contenidos y continentes, destinados a proteger contra distintas amenazas pero, principalmente, contra el mal de ojo y/o los “demonios” (o las “fuerzas demoníacas”).

Los más conocidos son el hamsa (la “manito”), la cinta roja -ambos presentes también en otras culturas-, las cuentas (o daditos) azules que todo el mundo compra como  souvenir en Israel y, claro está, ¡el ajo!

La bulsika, palabra ladina que significa bolsita, es una de las formas más comunes que adoptan los amuletos sefaradíes.

Su valor protector no está dado por la bolsa en sí, sino por lo que contiene: cualquier cosa con valor o energía protectora. Esto puede incluir clavo, ajo, romero, hierbas, piedras, sal, oraciones, abalorios, etc. 

Podemos hacer nuestra propia bulsika usando cualquier retazo de tela. Primero, tomamos la tapa de un tarro de conservas -o algo circular semejante- y lo usamos para dibujar un círculo en la tela.

Colocamos el contenido, la doblamos formando una bolsita y la cerramos con un trozo de cuerda: ¡y ya tenemos nuestra bulsika!

O podemos usar cualquier bolsa de tela que ya no usemos, como una de condimentos o de bijouterie.

Para decorarla, la podemos bordar, usar pintura para tela o marcadores, o simplemente dejarla tal como está. 

Kameot: amuletos “profesionales”  

Aunque en general suele asociarse a la magia y a los amuletos protectores con las mujeres, en el mundo sefaradí el término kameot suele referirse también a los amuletos que contienen trozos de papel escritos, contenidos dentro de “bulsikas” de formas especiales.

A lo largo de todo el imperio otomano, los rabinos tomaron parte de una variedad de prácticas relacionadas con los kameot.

En algunos casos, escribían “shadayim”: dos trozos de papel en los que se escribían los nombres de los ángeles y el de Lilit, que se creía que dañaba a los recién nacidos.

La madre se ataba uno de los shadayim, y ataba el otro a su bebé para protegerse de Lilit. Dado que Lilit supuestamente tenía alas, muchas veces al amuleto se le daba la forma de alas. 

En Salónica y otras ciudades del Imperio Otomano, por su parte, se escribían  elaboradas fórmulas místicas que invocaban los nombres de los ángeles, llamados a proteger al recién nacido.

Escrito en largos trozos rectangulares de pergamino o tela, que luego se plegaba en forma de una bolsita triangular -que se asemeja al pastel sefardí conocido como “fila”-, el kame’a acompañaba al recién nacido dondequiera que fuera, incluso hasta la edad adulta.

El kame’a a veces se cosía y se ataba a una cuerda -como la bulsika- y se usaba alrededor del cuello o se colocaba en la cartera.