Erwin Blumenfeld, fotógrafo iconoclasta

Erwin Blumenfeld, fotógrafo iconoclasta

El 4 de julio de 1969, fallece el fotógrafo germano estadounidense Erwin Blumenfeld, uno de los fotógrafos más iconoclastas del siglo XX

Erwin Blumenfeld fue un fotógrafo alemán que en 1941 emigró a los Estados Unidos, donde pronto se convirtió en un exitoso fotógrafo de moda que trabajó para Harper’s Bazaar, Life y American Vogue.

Su trabajo fotográfico personal tenía influencias del dadaísmo y el surrealismo, y sus dos principales áreas de interés eran la muerte y las mujeres. Fue el responsable de algunas de las fotografías más llamativas e influyentes jamás tomadas

Era experto en trabajos de laboratorio y experimentó con técnicas fotográficas como la distorsión, la exposición múltiple, el fotomontaje y la solarización.

En 1933 hizo un fotomontaje mostrando a Hitler como una calavera con una esvástica en la frente; esta imagen se usó a partir de 1943 como material de propaganda de los aliados.

La vida de Erwin Blumenfeld, uno de los fotógrafos más conocidos del siglo, no fue nada convencional. Por momentos mordaz, burlona, e incluso absurda, su autobiografía es un relato convincente y virtuoso de un hombre extraordinario.

Todos sus temas -su familia judía, los alemanes, los franceses de Vichy, sus modelos, los editores de Nueva York- son tratados con igual medida de ingenio, burla e ironía despiadada. Comenzando por él mismo.

Nacido en el Berlín de principios del siglo XX, Blumenfeld fue reclutado para servir en la Primera Guerra Mundial, primero como conductor de ambulancias (aunque no sabía conducir) y luego como contador en un burdel para soldados, y le dieron la Cruz de Hierro por dar lecciones de francés a su sargento.

Entre guerras, formó parte de un círculo de vanguardia que incluía a artistas como Else Lasker-Schüler, George Grosz y a los miembros del movimiento dadaísta.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Blumenfeld estuvo internado en una serie de campos de concentración franceses, pero finalmente llegó a Nueva York, donde encontró trabajo en Vogue y Harper’s Bazaar, produciendo muchas de sus portadas más memorables y convirtiéndose en el fotógrafo de moda mejor pagado de su tiempo.