
Lo creas o no, una de las preguntas más buscadas en Google es si "los judíos se bañan". Más allá del estupor inicial, hay que saber que hay una historia detrás
2- uno de los países en donde más cunde esta duda es México, en donde la gente al menos pregunta si “los judíos se bañan“.
En el resto de los países, no hay preguntas sino certezas, y la gente busca “porque los judíos no se bañan“: Argentina, Perú, Chile, Colombia, Venezuela. De España, en cambio, no se registran búsquedas con esta herramienta.
El origen de la pregunta “¿los judíos se bañan?” o de la pregunta-afirmación “¿por qué los judíos no se bañan?” tiene que ver seguramente con una vieja muletilla del racismo en general, y del antisemitismo en particular:
El otro, el diferente, el que no es como nosotros -ese del que queremos diferenciarnos para poder crear un “nosotros” diferente del “ellos”- tiene un olor diferente, “huele mal“.
El historiador de la medicina Jonathan Reinarz ha afirmado que “en el mundo irracional de las políticas racistas, los “extranjeros” siempre apestan y poseen el potencial de contaminar“.
En 1802, por ejemplo, Lorenz Oken elaboró una tipología de las razas que, fruto de la frustración ante la incapacidad del color de la piel para cumplir el propósito de distinguir entre razas, tuvo la “brillante” idea de asociarlas con sentidos corporales específicos.
El europeo blanco era el “hombre de los ojos”, mientras otras “razas” se clasificaban como “oreja” (asiática), “nariz” (nativos americanos), “lengua” (australianos) y hombres de “piel” (africanos) .
Desde el siglo XVIII en adelante, los sentidos jugaron un papel importante en la construcción de la idea de “raza”, y explicaciones diferentes fueron invocadas para los supuestos olores judío, nativo americano y africano.
El "olor judío", rémora del antisemitismo cristiano
El estereotipo antisemita del foetor judaicus (el “hedor judío”) tiene su origen en la obsesión de la cristiandad medieval con el diablo y los judíos.
Como los judíos habían cometido el “crimen” de no aceptar a Jesús como el Mesías prometido en las Escrituras judías, fueron rápidamente asimilados al demonio encarnado.
El hecho de que Jesús hubiera sido él mismo judío abre inquietantes interrogantes sobre esta asociación entre los judíos y el diablo, pero tales sutilezas se les escapaban a los propagandistas antisemitas medievales.
Se decía que tenían un hedor que solo podría ser eliminado por el bautismo, y que “su mal olor antes del bautismo surge de la sordidez de sus hábitos”. O del olor a azufre que los demonios arrastran consigo.
Si hueles porque hueles, y si no hueles porque no hueles
Así que si los judíos no olían como se decía que olían, había que buscarle una explicación, cuanto más maléfica mejor.
Muerto el perro, no se acaba la rabia
Pero al final, los judíos ¿se bañan?
La Torá ordena cuidar bien de la salud, ya que esto muestra respeto a Dios por el don de la vida.
Así que sí: los judíos se bañan, y se lavan, mucho, pero mucho, y hasta un nivel casi obsesivo, pues así lo prescribe la Halajá (la ley religiosa judía).
– al despertarse
– antes de comer
– después de comer
– luego de concurrir a un cementerio o a funeral
– después de usar el baño
– luego de tocar una parte del cuerpo que está “normalmente” cubierta (para algunos, incluso si esa parte del cuerpo está perfectamente limpia)
– después de tocarse o rascarse la cabeza
– al tocar el calzado (excepto los cordones de los zapatos y los calcetines limpios)
– etcétera, etcétera
¡Para no hablar de la mikve!
No hay buena acción que quede sin castigo
En el siglo XIV, Europa fue golpeada por la devastadora “Peste Negra” que se estima que mató a un tercio de la población europea, o 25 millones de personas, gracias sobre todo a la falta de higiene rampante en la población en general.
La comunidad judía sufrió proporcionalmente menos víctimas gracias a su mejor higiene, según lo exigido por requisitos halájicos como los que mencionamos.
Pero, en lugar de preguntarse qué hacían de diferente los judíos para ser menos afectados, y replicarlo para proteger a todos, se expandieron los rumores de que la plaga era el resultado de una conspiración judía para envenenar a los cristianos.
Decenas de miles de judíos fueron masacrados para “evitar” nuevos brotes de la peste, que de ese modo se siguió existiendo y se cobró la vida de millones de personas más.
Para leer un poco más:
DOI: 10.1080/14780038.2016.1202008
Jonathan Reinarz (2014), Past Scents: Historical Perspectives on Smell, University of Illinois Press