La “primer intifada” y las fake news

La "primer intifada" y las fake news

El 9 de diciembre de 1987, comienza la llamada “primer intifada” palestina

Las falsas acusaciones de atrocidades israelíes y la instigación desde las mezquitas jugaron un papel importante en el inicio de la intifada.

El 6 de diciembre de 1987, un israelí fue asesinado a puñaladas mientras compraba en Gaza. Un día después, cuatro residentes del campo de refugiados de Jabaliya en Gaza murieron en un accidente de tráfico.

Los rumores de que los cuatro habían sido asesinados por israelíes como un acto deliberado de venganza comenzaron a extenderse entre los palestinos.

La mañana del 9 de diciembre estallaron disturbios masivos en Jabaliya, en los que un soldado israelí mató a un joven de 17 años que había arrojado un cóctel molotov a una patrulla del ejército. Esto pronto provocó una ola de disturbios que abarcó a Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este.

Durante la semana siguiente, se reportaron lanzamientos de piedras, caminos bloqueados y quemas de llantas en todos los territorios.

Para el 12 de diciembre, seis palestinos habían muerto y 30 habían resultado heridos en la violencia. Al día siguiente, palestinos arrojaron una bomba de gasolina contra el consulado de Estados Unidos en Jerusalén Este. Nadie resultó herido en el hecho.

En Gaza, circularon rumores de que jóvenes palestinos heridos por soldados israelíes estaban siendo llevados a un hospital del ejército cerca de Tel Aviv y “rematados”.

Otro rumor afirmaba que las tropas israelíes envenenaron un depósito de agua en Khan Yunis. Un funcionario de la ONU dijo que esas historias no eran ciertas.

Solo los palestinos con heridas más graves fueron llevados de la Franja de Gaza a Israel para recibir tratamiento y, en algunos casos, eso probablemente les salvó la vida. El agua también fue analizada y se encontró que no estaba contaminada.

Este levantamiento o intifada fue violento desde el principio. Durante los primeros cuatro años del levantamiento, las Fuerzas de Defensa de Israel informaron de más de 3.600 ataques con cócteles Molotov, 100 ataques con granadas de mano y 600 ataques con armas o explosivos.

La violencia estaba dirigida tanto a los soldados como a los civiles israelíes. Durante este período, 16 civiles israelíes y 11 soldados fueron asesinados por palestinos en los territorios; y más de 1.400 civiles y 1.700 soldados israelíes resultaron heridos. Aproximadamente 1.100 palestinos murieron en enfrentamientos con las tropas israelíes.

A lo largo de la intifada, la OLP desempeñó un papel principal en su orquestación. El “Liderazgo Unificado de la Intifada” (UNLI), dominado por la OLP, por ejemplo, emitía con frecuencia folletos dictando qué días se intensificaría la violencia y quién sería su objetivo.

El liderazgo de la OLP en el levantamiento fue desafiado por la organización fundamentalista islámica Hamas, un grupo violentamente antisemita que rechaza cualquier negociación de paz con Israel.

Los judíos no fueron las únicas víctimas de la violencia. De hecho, a medida que la intifada se desvanecía en la época de la Guerra del Golfo en 1991, el número de árabes asesinados por motivos políticos y de otro tipo a manos de los escuadrones de la muerte palestinos -en lo que bien podría llamarse “intrafada”- alcanzó el número de muertos en enfrentamientos con las tropas israelíes.

El presidente de la OLP, Yasir Arafat, defendió el asesinato de árabes considerados “colaboradores con Israel”, y delegó la autoridad para llevar a cabo ejecuciones al liderazgo de la intifada.

Después de cada asesinato, el escuadrón de la muerte de la OLP local enviaba el expediente del caso a la OLP. “Hemos estudiado los archivos de los que fueron ejecutados y descubrimos que solo dos de los 118 que fueron ejecutados eran inocentes”, dijo Arafat.

Las víctimas inocentes fueron declaradas “mártires de la revolución palestina” por la OLP (Al-Mussawar, 19 de enero de 1990).
Las víctimas palestinas de los escuadrones de la muerte de la OLP eran apuñalados, descuartizados con hachas, baleados, golpeados y quemados con ácido.

Las justificaciones ofrecidas para los asesinatos variaban. En algunos casos, ser empleado de la Administración Civil de Israel en Cisjordania y Gaza era motivo suficiente; en otros, el contacto con judíos justificaba una sentencia de muerte.

Las acusaciones de “colaboración” con Israel se utilizaron a veces como pretexto para actos de venganza personal. Entre las victimas, también se contaban mujeres acusadas de comportarse “inmoralmente”.

Eventualmente, el reinado del terror se volvió tan serio que algunos palestinos expresaron públicamente su preocupación por el caos imperante.

La OLP comenzó a pedir el fin de la violencia, pero continuaron los asesinatos por parte de sus miembros y rivales. Entre 1989 y 1992, esta “intrafada2 se cobró la vida de casi 1.000 palestinos.