Janusz Korczak y los niños del gueto

Janusz Korczak y los niños del gueto

El 7 de agosto de 1942, Janusz Korczak es enviado por los nazis en el campo de exterminio nazi de Treblinka junto con los niños del orfanato que dirigía en el gueto de Varsovia. Nunca más se supo de ellos

El 7 de agosto de 1942, durante el apogeo de la Solución Final, las tropas de las SS nazis rodearon el conocido orfanato del gueto Varsovia y obligaron a Janusz Korczak, su directora asociada Stefania Wilczyńska (Stefa) y a unos 200 niños a dirigirse a la Umschlagplatz (plataforma de deportación) para abordar un tren con destino a las cámaras de gas del campo de exterminio de Treblinka.

Nunca más se ha vuelto a saber de ellos, pero su memoria sigue viva, y todos los años se realizan ceremonias y una “suelta” de cometas en su memoria, con epicentro en Yad Vashem, en Jerusalem.

Korczak nació con el nombre de Henryk Goldszmit el 22 de julio de 1878 en Varsovia, Polonia.

Cuando el padre de Korczak -un destacado abogado y la única fuente de Ingresos del hogar- murió después de una enfermedad en 1896, Korczak se convirtió en el único sostén de su madre, hermana y abuela.

El ambiente familiar en el que creció influyó sin dudas en su desarrollo personal y en su conciencia y sensibilidad hacia los problemas sociales.

En 1898 se anotó en un concurso literario usando el seudónimo “Janusz Korczak”, que de una novela muy conocida en el siglo XIX “Janusz Korczak y la bella espadachina”.

Entre 1898 y 1904, Korczak estudió medicina en la Universidad de Varsovia y también escribió para varios periódicos polacos. Se especializó en pediatría y trabajó en el Hospital de Niños Bersohn y Bauman de la comunidad judía de Varsovia.

Más adelante, se desempeñó como médico militar en la guerra ruso-japonesa de 1906, y fue en ese momento que decidió que podía hacer más como educador en lugar de como médico, así como “dejar una impresión y una contribución duradera al mundo”.

En los años posteriores a la guerra, Korczak trabajó con organizaciones filantrópicas para niños huérfanos y en 1912 abrió un orfanato judío.

Fue entonces que nombró a Stefania Wilczyńska (Stefa) como su directora adjunta y tutora principal del orfanato, al que llamó Dom Sierot (“El hogar de los huérfanos”).

Alrededor de cien niños vivían en el orfanato, en la que Korczak estableció una “república de los niños” con su propio parlamento en miniatura, tribunal de justicia y periódico.

En 1919 comenzó a dirigir también otro centro, junto con Maria Falska: Nasz Dom (“Nuestro Hogar”), un orfanato para niños polacos.
A fines de los años ’20 comenzó a escribir libros para niños y para adultos sobre el cuidado de los niños que se volvieron muy populares. Su fama y prestigio se acrecentó cuando abrió un periódico para niños e inició su propio programa de radio.

Sus enseñanzas educativas, que siguen vigentes y todavía se usan hoy, enfatizan que “la infancia no es sólo el período de preparación para la vida, sino una parte esencial de la vida misma y a cada niño se le deben acordar plenos derechos y dignidad”.

Creía firmemente en la individualidad de los niños e insistia en que cada niño debía ser considerado de acuerdo con su singularidad, talentos y necesidades.

Al estallar la Segunda Guerra Mundial, Korczak se ofreció como voluntario en el Ejército polaco, pero debido a su edad permaneció con los niños en su orfanato de Varsovia.

A finales de noviembre de 1939 los alemanes obligaron a todos los judíos a usar un brazalete blanco con una estrella de David azul, pero Korczak se negó a hacerlo y continuó usando su uniforme de oficial polaco pese al peligro que corría al hacerlo.

Cuando los nazis crearon el gueto de Varsovia en 1940, su orfanato se vio obligado a mudarse dentro del gueto.

Korczak acompañó a los los niños a pesar de que le habían ofrecido repetidamente refugio en el “lado ario”. Siempre rechazó esa posibilidad, diciendo que no podía abandonar a sus niños.

Él y Stefa continuaron ocupándose del bienestar de los niños dentro del gueto, incluso yendo de puerta en puerta pidiendo comida, ropa abrigada y medicinas para ellos.

A pesar de su frágil salud y de sus problemas personales, trabajó con extremado tesón para mejorar las vidas de los niños en el orfanato y darles una vida lo más normal posible.

Después de su asesinato en Treblinka, se descubrió que había escrito un diario compartiendo sus pensamientos, notas y recuerdos sobre la vida en el gueto. Fue publicado en 1958 con el título de “Diario del gueto”.