
Sucot es probablemente la más colorida de las fiestas judías, en donde lo íntimo y lo público se unen en un mismo espacio. Estas son sus tradiciones principales...
La sucá
Ya dijimos que esta es la característica principal de Sucot.
Si estamos en Jerusalem y prestamos atención a los edificios de departamentos, veremos que los balcones generalmente no se construyen directamente una encima de la otra, como podría ser el caso en otras ciudades.
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Esto es para permitir que cada apartamento construya una sucá con vista directa a las estrellas.
Muchas sinagogas organizan “maratones” de construcción de sucot, en la que equipos de voluntarios van de casa en casa haciendo sucot para quienes no pueden construirlas por si [email protected]
Lo milenario de la festividad no excluye lo moderno: existen sucot prefabricadas que se pueden comprar online, y solo se necesita poner unos pocos tornillos para que estén listas para usarse.
Al menos una vez al día se debe realizar la Mitzvá (precepto) de leishev basucá (sentarse en la Sucá), ya sea para comer, conversar, estudiar u otra actividad.
Es costumbre también organizarse para compartir la mayor cantidad de comidas con amigos y familia, ya sea invitándolos a nuestra Sucá o siendo invitados.
Arba'at ha-minim (las cuatro especies)
En Levítico dice: “Y tomaréis el primer día ramas con fruto de árbol hermoso, ramas de palmeras, ramas de árboles frondosos, y sauces de los arroyos, y os regocijaréis ante Dios por siete días” (23:40).
Si bien la Biblia puede indicar que una festividad se extienda durante siete días, como lo hace con Sucot, es costumbre que algunas de esas celebraciones duren más de siete días fuera de la Tierra de Israel debido a las complicaciones con el calendario y la dificultad para determinar el primer día del mes y la aparición de la luna nueva.
Tal es el caso de Sucot, que se celebra entonces durante ocho días.
Según si el fruto del árbol del cual proviene posee olor y sabor, o solo alguno de ellos, se relaciona con aquel judío que sabe y practica su judaísmo; sabe pero no practica; no sabe pero practica; no sabe ni practica.
El bendecirlos todos juntos alude a la unidad del pueblo como un colectivo, independiente de las diferencias individuales.
En Sucot, atamos todas las ramas juntas — dos sauces en la izquierda, una hoja de palmera en el centro, y tres mirtos en la derecha. Tomamos este manojo en nuestra mano derecha, y luego lo levantamos junto al Etrog.
La bendición dice:
“Baruj ata Adonai, Eloheinu Melej Ha’olam, Asher kid’shanu be’mitzvotav, ve’tzivanu al netilat lulav”.
Bendito eres Tú, Dios nuestro, Rey del universo, que nos santificaste con tus preceptos, y nos ordenaste tomar el Lulav.
Después de recitar la bendición, el lulav y el etrog se sostienen y agitan juntos en las seis direcciones del universo: este, sur, oeste, norte, arriba y abajo, o bien tres veces en cada dirección: al frente, derecha, atrás, izquierda, arriba y abajo (hay distintas variaciones de esta costumbre).
Existen muchas explicaciones para este ritual. Agitar el lulav y el etrog en todas direcciones puede ser, por ejemplo, un acto de reunión de la energía espiritual de todos los lugares del mundo.
El etrog debe permanecer kosher durante toda la festividad. Los etroguim más codiciados tienen un pitom intacto. El etrog no tiene que tener un pitom para ser kosher, pero si lo tiene y se cae, deja de ser kosher.
Las creencias populares ashkenazíes atribuían gran importancia al poder del pitom.
Por ejemplo: una mujer podía asegurarse de tener un hijo si mordía el pitom. El pitom colocado debajo de una almohada aseguraba un trabajo de parto fácil, o “kimpet”, en yiddish, que podía aliviarse con una conserva especial hecha con etrog, o “ayngemakhts”.
Ushpizin ("huéspedes" o "visitantes")
Dado que la hospitalidad es un mandamiento religioso, a menudo hay invitados en la sucá. También es habitual invocar la presencia de Abraham, Isaac, Jacob, José, Moisés, Aaron y David, que según el Zohar dejan el Eden para participar en la luz divina del Sucot terrenal.
Cada día de Sucot están presente las siete almas, que se turnan para guiar a las otras seis. A los siete se los conoce como “Ushpizin”, la palabra en arameo que significa ‘invitados’.
Para recibirlos, muchos tienen la costumbre de recitar una larga invitación mística al ingresar a la Sucá por primera vez, y además muchos “invitan” a los Ushpizin cada vez que participan de una cena en la sucá.
Entre los judíos sefaradíes, existe también la costumbre de reservar una silla cubierta por un fino mantel y libros sagrados.
En el espíritu de la igualdad de género, muchas personas “invitan” también a mujeres importantes en la historia del pueblo judío en la antigüedad, como Sara, Rebeca, Raquel, Lea, Dina, Miriam y Rut.
Como es habitual en la tradición judía, no hay separación entre lo místico y espiritual y las obligaciones con nuestros semejantes.
Según el Zohar, “uno debe también llenar de alegría a los pobres, y la porción del invitado [lo que hubiera correspondido a los Ushpizin] debe ser para los pobres. Si una persona se sienta en la sombra de la fe e invita a aquellos invitados elevados y no da su porción [a los pobres], todos permanecen distantes de él… Uno no debería decir ‘Primero me saciaré a mí mismo con comida y bebida, y le daré las sobras a los pobres’. Sino que lo primero de todo debe ser para los invitados [o sea, para los pobres]. Si uno llena de alegría a sus invitados y los satisface, Dios se regocija de él. Abraham, Isaac, Yaakov y los demás los rodean” (Emor 103a)..
Para Maimónides, por su parte, se trata de una obligación religiosa:
“Cuando uno come y bebe, está obligado a alimentar al extraño, al huérfano, y a la viuda, junto con los otros pobres desafortunados… [quien no lo hace] no está disfrutando de una mitzvá, sino de su estómago” (Leyes de Iom Tov 6:18).