Operativo comando en la prisión de Acre: 4 de mayo

Operativo comando en la prisión de Acre: 4 de mayo

El 4 de mayo de 1947, 40 prisioneros judíos condenados a muerte por los británicos son liberados de la prisión de Acre en una operación comando del Irgún

El 4 de mayo de 1947, un equipo del Irgún, un grupo clandestino sionista de resistencia antibritánica, disfrazado de árabes y soldados británicos, liberó de la prisión de Acre a 41 militantes judíos cautivos de los británicos. Cuarenta lograron escapar, pero sólo 27 sobrevivieron a la fuga. También se liberaron unos 200 prisioneros árabes. 

Uno de los liberados fue Yoske Nachmias, sexta generación de judíos de Jerusalén. En 1940, comenzó a sentir que el miedo se extendía por la Palestina controlada por los británicos: el ejército de Hitler marchaba por el norte de África.

Un día, en lugar de ir a la escuela, falsificó su certificado de nacimiento y se unió al ejército británico. No tenía ni 15 años.

Era el único israelí en una unidad británica: durante tres años se dedicó, además de luchar contra los nazis, a recoger información para el Irgún.
Nachmias reconoce que los británicos siempre lo trataron como a un igual, y que sabía desde el principio que el costo de la traición era la prisión y la pena de muerte.

Cuando dos miembros del Irgún fueron capturados por los británicos y condenados a muerte, Nachmias -vestido de oficial británico- se presentó en el club de oficiales de Tel Aviv y junto con un equipo del Irgún secuestraron a cinco oficiales británicos.

El Irgún advirtió luego de que si se ejecutaba la sentencia contra sus hombres, matarían a los oficiales británicos bajo su custodia. Cuando los británicos conmutaron la sentencia por cadena perpetua, Nachmias y el Irgún liberaron a los oficiales británicos.
Dos semanas después, detenido y acusado de traidor, Nachmias fue condenado a muerte ante el pelotón de fusilamiento.

Durante 13 meses estuvo en la cárcel de Acre, donde todos los días al amanecer escuchaba como sus camaradas cantaban el Hatikva antes de ser ahorcados.

El resto de los prisioneros se unía en el canto del himno del Estado aún no nacido, el único rayo de esperanza que podían ofrecer a sus compañeros a punto de subir al cadalso.