El rabino que salvó a su ciudad de una pandemia

El rabino que salvó a su ciudad de una pandemia

Las medidas de Rabi Akiva Eger salvaron de una pandemia a la ciudad de Poznan… en 1831

En el siglo XIX, en plena pandemia mundial de cólera, el rabino Akiva Eger trabajó en conjunto con expertos médicos y autoridades gubernamentales locale para sentar las bases de un edicto en el que abogó -en plenas Altas Fiestas- por el distanciamiento social, servicios abreviados, reducción del canto y transparencia absoluta con respecto a la salud antes de ingresar a una sinagoga. 

Por sus esfuerzos para combatir los efectos de la epidemia de cólera, Eger -distinguido talmudista y representante de los más de 60.000 judíos de Poznań- fue venerado por su comunidad y recoocido oficialmente hasta por el Federico Guillermo III de Prusia, que daba crédito a Eger y la corte rabínica local por la baja tasa de mortalidad de Poznan.

La pandemia de cólera duraría otros seis años y mataría a aproximadamente 250.000 personas en Asia, Europa y América, pero Eger probablemente evitó miles de muertes, al seguir el principio bíblico de “v’jai bahem”, que exige poner a la vida como valor supremo.

Eger tuvo que lidiar con una ciudad densamente poblada, en donde los judíos, que trabajaban principalmente como vendedores ambulantes, zapateros y en el comercio de metales, vivían en barrios cerrados.

Las autoridades eran conscientes de que Poznań estaba superpoblada desde antes del brote de cólera, y realizaron varios esfuerzos para alentar a la gente a trasladarse a ciudades y pueblos cercanos. 

Por ello, cuando Eger hizo frente con su edicto respondió a la realidad de que la enfermedad se puede propagar rápidamente en un área apretada, los residentes aceptaron sus directivas con mayor facilidad.

Además de disponer que debían evitarse las reuniones numerosas y prolongadas, dictaminó que quienes asisten a los servicios están obligados a comer algo caliente antes de llegar, y que las sinagogas mismas solo deben permitir que se llene la mitad de sus asientos. 

Las autoridades locales eran las que debían garantizar que se siguieran las prácticas de prevención: “para mantener el orden, se ubicará un guardia del ejército en cada entrada de las sinagogas, se exigirá que los asistentes le muestren sus entradas, y oficiales especiales de policía serán responsables de hacer observar estas disposiciones en las sinagogas“, escribió Eger.